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Ahí dónde estás

  • Foto del escritor: Gisela Barbarosch
    Gisela Barbarosch
  • 20 may 2017
  • 2 Min. de lectura

No me gustan los aniversarios en que se recuerda a alguien que no está. No me gusta la ceremonia de ir al cementerio. No creo ser original en esto... a quién le puede gustar... No existe un lugar más frío, oscuro, gris y triste que un cementerio. Con lápidas de mármol, a uno y otro lado, recorrés sus caminos, y mirás y observás a tu alrededor, leyendo nombres de personas que nunca conociste. Te suena algún apellido, y frenás, y ves una foto. Y seguís avanzando. Y seguís el caminito que te lleva hasta esa tumba.... esa en la que se supone está tu ser querido.

Sin embargo, por más que estos aniversarios no me gusten, inevitablemente, no te podés escapar a la fecha. A mí me tocó este último 9 de enero: se impuso con toda su fuerza. Aparecieron y reviveron los momentos anteriores a la muerte, que empezaron a caer en mi mente, como una llovizna fría que te nubla la vista... y que quisieras que no vuelvan a aparecer nunca más, por lo duros que fueron esos días. Y pensarlo a mi querido viejito ahí, en el cementerio, me hace pensar cada vez más que él, en realidad, no está ahí.

Porque él está en cada una de las personas que lo amaron. Está en las teclas del piano que tocaba y en las cuerdas de su violín. Está en los ojos de sus nietos. Está en las sonrisas de sus hijos. Que lo recuerdan sonreir a él. Está en las caricias que hoy les hago a mis hijas. Está en los Kamish Broit que tanto le gustaban y que no hace mucho comí hechos por la abuela de mis sobris, que sabe lo mucho que le gustaban a él. O en el hígado con huevo y cebollita que le preparaba mi mamá. Está en el sonido de sus carcajadas que se potenciaban y se retroalimentaban con las de mi hermano. Está en la emoción que me generan sus ojos emocionados. Porque mi papá era una de las personas más sentimentales y sensibles que conocí y conozco. Y hasta hoy sus recuerdos en sus momentos más plenos son los que me acompañan, como sus visitas en mis sueños.

El significó mucho para mí, y para muchas personas. Y esa grandeza que nos deja por lo que fue como persona: amable, sincera, honesta, cálida y amorosa, es uno de los mejores legados que puedo tener. El amor que supo dar a sus seres queridos, y el que seguimos cosechando en nuestro interior, es un gran tesoro. La frialdad de un cementerio, no condice con su calidez. Por eso, mi papá no está ahí. Está en cada uno de nosotros, que lo quisimos tanto!


 
 
 

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